Escrito por Alejandra Matallana

Si uno acaba de terminar un relación y está vuelto nada, lo más probable es que lo último que se le ocurra sea decirle a esa persona: “sé que mereces amor y deseo de corazón que lo encuentres”. Y si sí lo han pensado, ¡están por encima del bien y del mal! Además, creo que esta incapacidad de estar en ese estado zen de paz y amor no solo pasa en relaciones amorosas, también con amigos que ya no corresponden en nuestras vidas, cuando sentimos una traición, cuando un familiar nos decepciona…y en general cuando alguien nos hiere.

No estoy segura en qué momento se me metió en la cabeza que efectivamente, “todos merecemos amor”. Pero me acuerdo de haberlo pensado hablando con una amiga que había terminado con su novio hacía unas semanas, casi al tiempo que yo con mi ex de ese momento. Estábamos en la universidad, íbamos a clase y me dijo, con mucha rabia, que estaba segura de que su ex nunca la había amado porque no había pasado nada de tiempo y él ya estaba yendo a fiestas con alguien más.

Yo también ya había ido a fiestas con alguien más y yo podía afirmar que sí había amado a mi novio. Por eso para mí lo que decía no era una verdad definitiva, pero entendía su posición porque pensando en si viera a mi ex con alguien más también hubiera sentido mucho dolor, frustración, etc. E igual después terminé sintiéndolo porque también pasé por eso.

Probablemente le dije muchas veces para consolarla y porque en ese momento genuinamente lo pensaba, “no te merece, mereces algo muchísimo mejor”. Pero ahora que lo pienso… el hecho de que nosotros merezcamos algo, en algún sentido “mejor”, ¿significa que al otro no le corresponde o no tiene el derecho también? Merecer significa “estar en situación de que se le deba algo”. La verdad sea dicha: nadie nos debe amor, a nadie le debemos amor, porque a todos nos corresponde.

“Nadie nos debe amor, a nadie le debemos amor, porque a todos nos corresponde. "

El amor nos pertenece por derecho, no por deuda. Nos pertenece porque es nuestra esencia, porque somos amor y lo que somos por naturaleza es indivisible de nosotros, no se quita, no se roba, está siempre. ¿Se puede dar? Sí. ¿Se puede recibir? Seguro. ¿Se acaba y por eso hay que tomarlo de alguien más? No. Nunca. Esa fuente infinita está en nosotros, y por lo tanto somos los únicos responsables de generar y ser amor.

Si es nuestra responsabilidad alimentar el amor que somos y dejar de depender del que alguien o algo más nos da, ¿cómo lo cultivamos, cómo lo multiplicamos? Yo creo que la respuesta está en nosotros; en conocernos y escucharnos, en responder desde lo más genuino ¿qué me hace feliz?, ¿quién me impulsa o me hace querer ser mejor persona?, ¿cuándo me siento en la cima?, ¿qué me levanta cuando he caído?, ¿qué le da sentido a mi vida? A mí me ayuda pensar en una pregunta que leí alguna vez: ¿qué haría el amor? Seguro que te desearía felicidad. Y a él o ella también, sin duda.

Entonces, no es que esa persona no te merezca, sea pareja, amigo, familiar o jefe. Como yo lo veo es, que, como el amor te pertenece por defecto (o perfección en este caso), es tu derecho y responsabilidad estar en relaciones y situaciones donde el amor vibre en tu misma frecuencia, donde el amor que estás dispuesta a dar sea correspondido en igualdad.

Pensar en esto me ha ayudado a soltar y enfocarme en lo que quiero multiplicar en mi vida, con la certeza de que eso no implica restarle a alguien más. Esto absuelve definitivamente mi nunca-existente-derecho a reclamarle a otro que me ame. Y genuinamente, desde mi corazón, deseo que en todo momento tengas la sabiduría de reconocer las relaciones y situaciones que corresponden al amor que tienes en ti y la valentía para irte de donde esa balanza no está equilibrada. El amor se multiplica con amor. El amor llega a través del amor.