
ILUSTRACIÓN POR LAURA ENRIQUETA @ENRIQUETA.CO
Escrito por Lola Mojada
Se ven en medio de la fiesta. No se conocen pero cruzan miradas y un par de frases. En la escena siguiente están besándose apasionadamente, después entran al apartamento de uno de los dos tumbando cosas mientras se devoran y se entregan al placer hasta el otro día cuando amanece y (con la sábana cubriendoles exactamente las partes vetadas) se preguntan ¿qué hice?
Es Hollywood y es ficción. Pero pasa en la vida real. Y me cuesta entender cómo.
No porque tenga nada en contra de los encuentros casuales de amor, ni porque me moleste que dos extraños se quiten las ganas. Si no porque a mí -tan liberal y moderna- me sigue costando entender la posibilidad del sexo sin amor.
Y no es que siempre haya “hecho el amor” (perdónenme el cliché), pero al menos lo creía. La ilusión por el bizcocho iba más allá de una atracción tremenda y soñaba que eso que compartíamos (más que el cuerpo) era el sentimiento de los corazoncitos.
A mí me gusta la idea del sexo con amor porque creo que entregar el cuerpo es un poquito entregar el alma. El sexo no es solo una necesidad humana (lo hemos sentido en los veranos duros) ni una forma de procreación (así más de una esté feliz con su bebé); es también un canal de comunicación, una forma de expresión humana. Siento que en ese momento se entrega mucho de lo que uno es, de lo que uno sueña y siente. No me parece fácil confesarle los puntos débiles, los ricos y los que no me gustan a alguien a quien no le tenga tanta confianza.
Es que cuando uno está enamorado los gorditos del bizcocho se ven super sexis y cualquier cama es un nicho romántico. Por más estrías que haya, me considero la mujer más divina del universo, y lo rico sabe el doble de rico. En el sexo con alguien que se ama, parece que el universo está creado solo para nosotros dos.
No tiene que ser algo romántico con música clásica, rosas y caricias de cachorrito. Lo mejor del sexo enamorado es que ese otro (que a uno le parecía tan chévere) se vuelve también chévere en el sentido apasionante. Puede ser salvaje, erótico y hasta brusco, incluso rico si tiene un toquesito violento; eso es mucho más brutal con alguien que uno quiere. Si después de un juego de roles se puede arrunchar y ser tierno, o contar una tristeza, ¿qué más se puede pedir?
Revolcarse con alguien es rico siempre (¡ojo, Lolitas, con protección!). La verdad es un poco de curiosidad: yo también quisiera vivir esa experiencia con un desconocido y ver qué pasa ahí. Descubrir por mí propia cuenta alguna vez en la vida cómo es que se crea esa sinergia, y ver cómo me comportaría en esa situación.
Por ahora me quedo tentando al hombre que me encanta, y descubriendo lugares, posiciones y jugueticos en pareja. El sexo con amor -soñar que lo que ocurre es mucho más que hormonas- es algo que me gusta y ¡no lo cambio por ninguna aventura de una noche!
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