Escrito por Carolina Quintero

Siempre he sido muy puntual con todo en mi vida, si me dicen que debo estar en un lugar a las 2, a la 1:30 ya estoy llegando, si me piden entregar algo a las 6, a las 5 ya lo he revisado 3 veces para enviarlo.

Recuerdo que a mis 16 años en medio de una vida llena de fiestas y salidas con amigos, llegué a botar más de 4 veces el celular. No era porque me amenazaran con una pistola para que los entregara, simplemente los dejaba por ahí olvidados, confiada en que iba a regresar y los iba a encontrar ahí mismo (también era medio boba).

Pasé más de 5 años de mi vida sin celular, me negaba a comprar uno para que alguien más lo disfrutara después y esta decisión me obligó a ser mucho más puntual que antes. Le escribía a mis amigos por messenger antes de salir a encontrarme con ellos y acordábamos un punto y una hora exacta. Los llamaba de teléfonos públicos, guardaba en mi bolsillo un papel con el número de mi mamá y de ellos y afortunadamente siempre llegaron. Tarde, pero llegaron.

Y es que cuando uno se acostumbra a ser puntual, por lo general todo en la vida llega a destiempo, hasta el amor. Y no hay nada de malo en eso, hay muchas personas que llegan a nuestra vida en el momento que definitivamente no es o quizás somos nosotros los que llegamos un poco más temprano de lo que debía, pero no nos gusta mucho reconocerlo. Está bien; solo hay que vivirlo, entenderlo y no forzarlo. Yo, desafortunadamente, no he sido muy buena para entender o más bien para aceptarlo. Por eso, forzar las cosas seguirá siendo una opción latente, pero si me piden un consejo, les diría que…

¡Sean impuntuales con lo que quieran, pero nunca lo sean con lo que sienten! Sepan hasta dónde llegar, tengan la valentía de parar si ven que no van al mismo ritmo que el otro o si ven que no van a llegar al mismo tiempo. Sean sinceros pero, sobre todo, sean leales, leales a ustedes, a lo que sienten y quieren. Vivan pero no estanquen, ni se estanquen esperando a que esté a tiempo para ustedes. Nada más triste que intentar encajar en la vida de alguien cuando uno ni siquiera está dentro de sus planes o no es su destino final.

Sean sinceros pero, sobre todo, sean leales, leales a ustedes, a lo que sienten y quieren.

No prometan nada así lo puedan cumplir: siempre es mejor llevarse una sorpresa que esperar todo el tiempo a que llegue alguna. No se conformen con poco solo porque sientan que para ustedes puede ser suficiente: exijan tiempo, espacio. No bajen sus estándares. No se acostumbren a justificar las malas acciones de los otros. Sí, yo sé, equivocarse es de humanos, pero reincidir es de manipuladores y cobardes.

Y por último, encuentren un amor bonito, sincero y puntual, que dure hasta donde ustedes consideren que deba durar, tengan la valentía de terminarlo si es necesario y jamás permitan que se les convierta en un negocio. No retengan a nadie, liberen a las personas si de verdad no sienten que puedan construir algo al lado de ellas, no jueguen con el tiempo del otro y no pierdan tampoco el de ustedes. Quieran, pero sobre todo, tengan claro para qué.

El amor es coincidir con alguien en el lugar y momento exacto y es un verdadero milagro cuando ambos llegan a tiempo a esa cita, por eso no sean de los que dicen que ya están llegando, cuando ni siquiera han salido de su casa.