Si hay algo que aprendí de toda esta experiencia es que nunca voy a reducir mis sueños para que quepan en un insignificante calendario de bolsillo.

Ilustración por Ana Peralta

CREO QUE ESO ES LO QUE NOS PASA A LAS CHICAS CON AGENDA, QUE LLEGA UN MOMENTO EN QUE LOS CALENDARIOS DE BOLSILLO SE NOS QUEDAN TAN PEQUEÑOS, QUE CUANDO COMENZAMOS A PEDIRLES ESPACIO PARA ESCRIBIR ESOS SUEÑOS, ELLOS NO PUEDEN HACER MÁS QUE SALIR HUYENDO.

LOLAS

Escribo esto a mis 30 años, cuando se suponía que tendría a mi lado al hombre de mi vida, al menos un niño (sí hombre, porque las niñas me dan miedo, tengo 2 hermanos y tuve primas hasta muy mayor, así que no sé lidiar con niñas – que lo digan mis amigas), un perro y la carrera ideal.

Todo esto era lo que yo me había imaginado, lo que había planeado de chiquita cuando me preguntaban cómo me imaginaba mi vida cuando fuera lo suficientemente grande para pagar una renta, tomarme una botella de vino yo sola o votar responsablemente.

Pues no, resulta que mi relación de toda una vida se acaba de ir por un tubo porque dos personas que convivieron los últimos 4 años de su vida no lograron ponerse de acuerdo en lo que querían en el futuro, pero sí lograron adoptar un perro, sí lograron irse a vivir solos por primera vez a otro país, y sí lograron ponerse de acuerdo en las cuentas, pero hasta ahí.

Todo lo demás era demasiado grande como para siquiera hablar de eso. Matrimonio, hijos, hipotecas, pensiones, todo eso era demasiado a largo plazo como para tocar el tema.

Eso fue lo que me pasó a mí, yo era una mujer con agenda, yo tenía todo un planificador cargado de ideas, proyecciones, pero me topé con un hombre que no cargaba más que un pinche calendario de bolsillo, esos de los que no tienen espacio ni para una sola palabra, por ende ni siquiera mi nombre se podía escribir ahí.

Y entonces me pasó algo. Comencé a notar que a mi alrededor había muchas mujeres como yo, lindas, preparadas, inteligentes, echadas para adelante, con las que de verdad es lindo conversar y muchos otros atributos más, pero todas ellas en sus treintas y recién separadas, algunas ya vivían con sus novios, otras con relaciones de muchos años, todas ellas con relaciones estables que ya estaban llegando a un punto de quiebre, y literalmente eso fue lo que pasó: se quebraron.

No entiendo si lo que me está sucediendo es el fenómeno de cuando te comprás un carro blanco, y entonces comienzas a notar la cantidad de carros blancos que hay por ahí, pero no puedo dejar de pensar en que esto que me está pasando es un fenómeno de mi generación.

¿A qué me refiero con este fenómeno? Primero entonces les explico a qué me refiero cuando digo que yo era, perdón, soy una mujer con agenda.

Lamentablemente para definir este término no puedo citar a la RAE (la amo, aunque muy probablemente ellos destruirían la redacción y ortografía de este escrito en minutos). Cambridge Dictionary define el término ‘agenda’ como “una lista de objetivos o posibles logros futuros”.

Justamente eso era lo que yo quería con mi pareja, hacer planes y un compromiso de ambos con esos planes, un compromiso que nos diera a ambos la seguridad que aunque los planes no salieran como se esperaba, estábamos juntos en el camino.

Quería ponerme objetivos que necesitaban ser conversados y acordados entre ambos con libertad y tranquilidad, sin miedo a sentirse confundidos o presionados.

Quería que pasáramos por ceremonias o celebraciones que nos fueran llevando de un momento a otro en nuestras vidas, como una boda, un embarazo y un parto, graduaciones, aniversarios, terapias, viajes, peleas superadas y hasta fiestas familiares.

Creo que eso es lo que nos pasa a las chicas con agenda, que llega un momento en que los calendarios de bolsillo se nos quedan tan pequeños, que cuando comenzamos a pedirles espacio para escribir esos sueños, ellos no pueden hacer más que salir huyendo.

Mi estúpido ex es uno de esos de los que salieron corriendo y ahora tengo miedo, no voy a mentir sobre eso. Tengo miedo de no encontrar a alguien con quien compartir esos planes y entonces ni siquiera poder realizarlos.

Pero si hay algo que aprendí de toda esta experiencia, es que nunca voy a reducir mis sueños para que quepan en un insignificante calendario de bolsillo. Lo que yo quiera y lo que tenga dibujado para mi vida, es lo que voy a perseguir.

Entonces lo que yo les diría a todas esas mujeres con agenda es que por más miedo que tengan, hagan de su agenda una Pascualina, píntenla y llénenla de colores como en el colegio, pónganle sus secretos en las esquinas y hasta arranquen algunas páginas.

Sean ustedes las únicas que diseñan y escriben lo que está ahí, pero sobre todo, persigan eso que quieren aunque les cueste la pareja con la que están ahora, porque definitivamente es imposible hacer caber en un triste calendario de bolsillo todos los grandes momentos que sí se pueden anotar en un planificador.

Por ahora, yo por mi parte estoy rayando planes en una agenda diferente, una que se puede disfrutar soltera, pero sé que en algún momento voy a querer volver a anotar planes que deban ser escritos en pareja, y para ese entonces, espero haber encontrado a un hombre que lo que cargue en su bolsillo sea una Palm Pilot de los 2000 a la que le quepa de todo.