
Micromachismos

ACABANDO CON ESTAS PEQUEÑAS COSAS, SE CONSTRUYE EL CAMINO PARA LA VERDADERA IGUALDAD Y SE EMPIEZA A CONSTRUIR UNA VERDADERA REVOLUCIÓN.
ALEJANDRA ROJAS
Empiezo por reconocer que no soy una avezada en los temas de discusión sobre género, pero que como ser humano y como mujer me topo a diario con ese montón de comentarios disfrazados de chistecitos, ofensas disimuladas y hasta ‘guachadas’ – como decimos coloquialmente – a los cuales estamos expuestas las mujeres por el solo hecho de nacer bajo este género.
Para no alargar mucho la historia, porque todas hemos pasado por algún suceso en la cultura cotidiana que se ha hecho común y poco trascendental, a pesar de revestir una gravedad terrible, he decidido nombrarlos con el perdón de las expertas en el tema, como micromachismos de esquina, porque son esos pequeños detalles los que funcionan como promotores de las conductas inapropiadas hacia la mujer y no solo por parte de los hombres, sino de nosotras mismas.
Durante los últimos meses y reflexionando mucho sobre las experiencias que se viven a diario, me he topado con las siguientes situaciones, las cuales me han llevado a estar furiosa e incluso a quejarme con cuánta persona se me atraviesa. Aquí les van:
Primera perla. Mi trabajo es con niños, cuando empecé algunos manifestaron inquietudes sobre: ¿por qué la profe tenía tatuajes y piercings?, cosa pues anquilosada pero viniendo de los niños uno lo soporta.
Durante varios días, acudiendo a la formación pedagógica, decidí enseñarles a respetar las diferencias y sobre todo a olvidar los prejuicios, a considerarnos personas iguales y a respetarnos Y pues… ¡lo logré! Días después, mi jefe inmediato me llamó a pedirme si podía ser más ‘prudente’ con esos “detalles” de mi aspecto (un piercing y un tatuaje, para ser más exacta).
Pues bueno, respiré, pensé, me calmé y recordé que en mi lugar de trabajo hay otras dos personas que tienen incluso más “detalles” que yo, pero a los cuales nunca les han pedido ni cubrir sus tatuajes, ni retirarse sus aretes, pues SÍ, obviamente.
Sucede que estos dos sujetos son hombres, ¡claro!, por lo tanto pueden darse ese lujito, porque pues ¿cómo así que una mujer que trabaja con niños tiene un tatuaje?, María Santísima, eso no es un modelo para nadie, por más estudios y logros académicos que tenga.
En otra ocasión, los chicos me dijeron que por qué había cambiado de teléfono celular, que si me lo había comprado mi marido, cuando ni pareja tengo. En ese momento me di cuenta que le hemos fallado a la formación de los niños y las niñas, muchos de ellos creen que las mujeres somos totalmente dependientes de los hombres y no es su culpa, esta es la realidad que viven y eso es algo que se debe cambiar.
Cambiando del tema laboral, para nadie es un secreto que en nuestra cultura todo lo que tiene que ver con automóviles ha sido siempre relegado a los hombres, o sino pensemos en cuántas veces ha escuchado que “las mujeres no sirven para manejar”, que “les regalan el pase en una caja de cereal”, que “muy bonita pero sí le da pata a ese pobre carro”. Pues sí, ahí viene mi segundo micromachismo de esquina, que va desde la inflada de las llantas hasta la lavada del carro, pasando por cualquier tipo de revisión mecánica. La idea era que este escrito no se volviera personal, pero no hay otra forma de expresar lo que sucede y sé que no soy la única a la que le ha pasado.
Desde que empecé a conducir, me he dado cuenta de este síndrome que sufre la gente por ridiculizar a la mujer que maneja, porque además de que todo hombre que conduce te quiere dar órdenes y sufren más que vos por la seguridad de tu propio carro, detrás vienen un montón de “pequeños” detalles como que a las mujeres intenten cobrarles más por las reparaciones solo porque las acusan de desconocimiento, de ahí que teman ir al mecánico solas porque además de ser – en su mayoría – lugares hostiles por naturaleza, lo quieren tumbar a uno.
Continuando con el tema de los carros, en nuestro país es normal, para el común denominador de las personas, limpiar su vehículo cuando está sucio y no amerita lavarlo. Todo el mundo con su balde con agua y la esponja afuera del garaje cumple este ritual.
Pues resulta que aquí como que se han creído mucho esas escenas de las películas, donde mujeres voluptuosas les lavan el carro prácticamente con los pechos, porque no lo pueden ver a uno pasando la esponja porque empiezan a cruzar conductores y peatones con sus típicas frases de: “mi amor, ¿a cómo la lavada?”, ¿mona, me lo lava a domicilio?, “¿bebé, la lavada viene con usted?”. Mientras tanto en la esquina y en la cuadra de más allá, varios hombres cumplen con la misma rutina de clase media y no escucha uno que les digan ni la más mínima palabra.
Estos son apenas unos casos de lo que nos sucede a diario… ¡piénsenlo! Muchos dirán que es exagerado, pero es una realidad que no podemos ocultar y que tenemos que cambiar. Acabando con estas pequeñas cosas, se construye el camino para la verdadera igualdad y se empieza a construir una verdadera revolución.
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