ILUSTRADO POR DANIELA TOBÓN @MARIAPEPA10

Escrito por María Camila López

ELLAS DICEN…

Que me perdonen las múltiples reencarnaciones del Grinch, que ya empiezan a deambular por ahí alzando ceja y mostrando garra, pero es que me queda bien difícil reprimir mi amor absoluto por este último mes del año. Cómo no esperarlo con ansias si puedo poner la emisora de chucu-chucu sin remordimiento, cantar la cuña del granito de café a todo pulmón y comer como si la venida del niño Yisus le quitara todas las calorías al buñuelo. A mí me dicen diciembre y yo empiezo a respirar un aire diferente. Sí, sí, mucho amor, mucha paz (lindo porque se desatrasa uno con la familia, eso es verdad) pero vengan, no nos digamos mentiras: ¿a quién no le gusta ver el bultico empacado debajo del árbol y empezar a palparlo para descartar que sea un temido par de medias? ¡Llegó el mes del aguinaldo, del “mirá, una bobadita con mucho cariño” o del “chiquito pero con gusto”! En fin, yo sé que usted ya está pensando en esa lista interminable de antojos, mientras que su bizcocho anda considerando seriamente en tomar valeriana para calmar el estrés que le produce pensar qué regalarle. Me atrevo a decir que ya le preguntó qué quiere de aguinaldo, solo para que él se vea presionado a devolver la pregunta y usted se pueda extender en opciones o, en su defecto, se haga la linda y le diga que con su compañía y un arrunchis es suficiente (¡a otro con ese cuento!).

Pero bueno, en solidaridad con esos queridos y atormentados bizcochos que de regalos saben poco o nada, esta querida Lolita ha decidido regalarles una guía práctica para encontrar el obsequio perfecto sin morir en el intento. Tomen esto como mi regalo de navidad:

  1. Primer y más importante paso: ¡activen su memoria a largo plazo! Es difícil, lo sé. No es propiamente una habilidad para ustedes, bizcochos, pero les ayudará a recordar la marca, talla y hasta el color de ese vestido que enamoró a sus Lolitas. Aprendan a identificar el mensaje implícito en ese “¡Mira, amor, qué vestido tan divino!”. Sonrían, guarden el dato y, por favor, ¡regresen a comprarlo! Se las ponemos facilita… Eso sí, nos gusta el factor sorpresa y, sobre todo, esos bizcochos atentos que escuchan nuestra habladera eterna.
  2. ¡Por nada del mundo se les ocurra darnos la plata! Cuando de aguinaldos se trata, la mediocridad no es una opción. Somos sus Lolitas, bizcochos: dejen la pereza y, así como cuando nos montan inteligencia con algún desubicado que nos anda merodeando, entrenen esa curiosidad para encontrar el regalo perfecto. De lo contrario, resistan nuestra jornada intensiva de compras…¡A cargar bolsas se dijo!
  3. ¿Que si se valen regalos de pareja? ¡Pues claro que sí! Se vale planear una nochebuena bizcochuda en la que no es el niño Yisus el que va a llegar Les damos permiso para que busquen esos cuquitos con los que se morirían por vernos; pónganse juguetones, creativos y terminemos este año como quisiéramos empezar el otro. ¿Se atreven?
  4. El empaque es fun-da-men-tal. ¿Recuerdan esa época en la que destapar el regalo se convertía en todo un deleite? Sepan que nosotras aún no la hemos superado. Nos enloquecen esos moños gigantes de película, los papeles de colores y una caja llena de cosas que sabemos que nunca utilizaremos, pero que hacen que el regalo se vea grande y poderoso. Finalmente, el tamaño siempre termina importando.
  5. Si ninguno de los cuatro consejos de arriba les funcionan, hay dos opciones finales. La primera: pregunten de frente, ahórrense tiempo y energía mental debatiendo posibilidades, y vayan a la fija (pero tengan en cuenta que esperábamos más de ustedes). La segunda: dejen la pena y apliquen la ley del todo vale. Averigüen con la tía, la hermana, el primo, la mejor amiga y hasta el papá. Si cuentan con suerte, habrá por ahí un amigo gay de sus Lolitas que seguro tendrá la respuesta. Si no, miren a ver qué hacen con ese montón de información y de mañesadas que les van a sugerir y…Que la fuerza los acompañe.

¡Hasta yo me asusto de lo difícil que es tenernos contentas con un regalo! Sin embargo bizcochos, reciban esta guía ideal si tienen a una Lolita indecisa, complicada y hermética, de esas a las que nunca se acaba de entender. Dejen el estrés y, si por algún motivo, ese regalo perfecto se vuelve complicado, disfrácense ustedes de aguinaldo, preparen el arsenal de mimos, la porción doble (o triple) de buñuelos y empanadas… ¡y a moverse cual maraca agitada que nos deje con ganas de otro villancico!

Escrito por María Camila López

ELLOS DICEN…

Hay que aceptar que las mujeres son mejores para dar regalos que los hombres. Nosotros no venimos con ese chip incorporado. Ellas, en cambio, se actualizan y solucionan errores de forma automática. No se les tiene que incendiar el cerebro para ingeniarse algún obsequio apropiado. Es una tarea que les sale de forma más natural.

El secreto está en la planeación anticipada. Les permite decidir con plena seguridad cada detalle –incluyendo el color del moño del empaque- e, inclusive, les da un tiempo prudente para cambiar de opinión. Por eso mantienen en control de la situación.

Así las imagino yo, y más en Navidad, que es una época donde ya han dejado atrás el estrés universitario y pueden enfocar sus neuronas en la preproducción del regalo. Sin embargo, lo más sensato antes de ponerse a pensar en lo que van a dar es considerar varios factores, como el tipo de relación que tienen con el muchacho o el propósito que quieren lograr con su obsequio (sorprenderlo, reconciliarse, convencerlo de hacer algo que no ha querido, etc.).

Es cierto que, independiente del vínculo que se comparta, hay regalos que siempre van a quedar bien: camisetas de equipos para los deportistas, cd’s para los melómanos o merchandising de películas para los frikis –no es despectivo, yo recibo de Star Wars o de Harry Potter. También hay sugerencias generales que pueden funcionar para la mayoría de los casos. Allá voy con las tres mías.

Primero, permítanse toda la creatividad que quieran. Ya sabemos que ustedes son más atentas, recursivas y detallistas, entonces pueden hacerle honor a su reputación. Supérennos. Y supérense a ustedes mismas. Ojo, exijan cuando lo crean necesario. Tampoco se dejen ver la cara. No por sabernos derrotados tenemos licencia para no esforzarnos y salirles con cualquier vaina.

Otro de los consejos es que no crean ser el Niño Dios. La reciprocidad es uno de los atributos importantes del intercambio de regalos, y no es muy agradable tener que entregar una chaqueta, un bolso o un libro después de haber recibido un Play 4. Además, para las expectativas costosas están los papás o los abuelos generosos. Ustedes nos pueden dar cosas que ellos no.

Más que el precio, lo que uno valora de sus obsequios es que se nota la intención de complacer nuestros gustos. Creo que hablo por buena parte de mi género si afirmo que esperamos regalos sencillos. No digo todos, porque tengo un amigo al que le preguntás qué le gustaría que le dieran y lo primero que se le viene a la cabeza es una comida con los dos ídolos de su equipo de fútbol favorito. Prefiero ignorar su franqueza y dejarle ese problema a su novia.

Por último, recuerden que no todos los detalles son materiales. Una invitación a almorzar a su restaurante preferido o pasar el día en un parque de diversiones pueden ser tan memorables como cualquier presente, aunque existen otras opciones, dependiendo de la relación. Si son novios, reúnan a ambas familias para la cena navideña. Si son amigos, llévenlo a tomarse unas cervezas, para que llegue entonado a la casa. Y si son amigos con derechos… pues innoven. Yo no tengo todas las respuestas.