

MUCHA GENTE PIENSA QUE SOLO LOS MÁS FUERTES SOBREVIVEN, QUE LA VIDA ES COMPETENCIA Y QUE ESE ES UN PRINCIPIO DE LA EVOLUCIÓN… Y DARWIN SE REVUELCA EN SU TUMBA. LA VERDAD ES QUE LA EVOLUCIÓN NO LLEGA POR FUERZA, SINO POR ADAPTACIÓN Y COLABORACIÓN, Y EN ESE CAMPO LAS MUJERES YA TENEMOS BASTANTE VENTAJA.
MARIANA MATIJA
Así es. Como lo digo ya desde el título, estoy convencida de que si la vida en el planeta (como la conocemos) tiene futuro, es en manos femeninas.
Esa idea no es solo mía. Muchas personas han explorado y expuesto esa idea a lo largo de la historia, incluyendo a García Márquez, quien alguna vez afirmó: “La humanidad está condenada a desaparecer en el siglo XXI por la degradación del medio ambiente. El poder masculino ha demostrado que no podrá impedirlo, por su incapacidad para sobreponerse a sus intereses. Para la mujer, en cambio, la preservación del medio ambiente es una vocación genética.”
Antes de que alguien se sienta excluído —y antes de que alguien salte a mi yugular gritando “feminazi”—, quiero aclarar algo: cuando digo que el futuro del planeta es femenino, no quiero decir que los hombres no tengan nada que aportar (de hecho todo lo contrario).Cuando hablo de femenino aquí no me estoy refiriendo a cuestiones biológicas como los ovarios y los úteros, sino a una serie de valores más abstractos, como la sensibilidad, la colaboración, el cuidado del hogar, el cuidado del otro, la vulnerabilidad, la buena disposición para la reflexión y para ver el mundo desde el pellejo de los demás… es decir, todas esas cosas que nuestras sociedades han considerado tradicionalmente femeninas, y que —por femeninas— hemos aprendido a devaluar y, a veces, hasta a ridiculizar.
No soy experta en estudios de género, así que todo esto lo comento desde mi experiencia personal y mi constante observación. En todo caso, creo que no hay que ser ni siquiera muy buena observadora. Basta con tener algo de uso de razón para darnos cuenta de que los valores que hemos considerado tradicionalmente masculinos nos tienen cagadas/os colectivamente y están acabando con el planeta también.
Desde hace no sé cuántos siglos para acá nos hemos venido convenciendo de que la fuerza, la competencia, el crecimiento y el “progreso” (una visión muy miope del progreso, por cierto) son las únicas formas válidas de enfrentarnos a la vida.
Que ser sensible es un defecto, que colaborar es para flojos y que reflexionar y ajustar nuestra visión del mundo es para gente sin carácter y sin criterio. Que hay que pasarle por encima a los otros, ganar más plata, comprar más cosas, tener carros más grandes, construir edificios más altos y comer más carne, porque la carne es pa’ machos y los vegetales son para nenas o para maricas (ojo ahí a las dieciocho toneladas de lenguaje sexista y discriminativo… y nos parece tan “normal”).
Esas ideas, pedacito a pedacito, gota a gota, han servido para darle forma a una realidad en la que los hombres no pueden mostrarse sensibles y las mujeres —y todos los otros humanos que no se identifican con el masculino tradicional— somos ciudadanas de segunda categoría.
Pensamos que los humanos somos seres superiores que, a través de la fuerza y la competencia, nos hemos “impuesto” al resto de los seres vivos que habitan el planeta. Creemos que nos merecemos algún tipo de trofeo por haber llegado hasta aquí, por tener a los animales a nuestra merced, por “dominar” el cielo y la tierra, y hasta “controlar” el curso de los ríos. A los hombres se les educa para eso: para ver la fuerza como algo que se logra pasando por encima de alguien más, para imponer, dominar y controlar, porque esas son cosas rudas y —por lo tanto— válidas. Y a las mujeres se nos educa para admirar esas cualidades y para creer que la única manera de tener presencia en esta sociedad es imitándolas, haciéndonos “menos mujeres”.
Lo que estamos pasando por alto es que hay otra manera de hacer las cosas, una menos tradicionalmente masculina… mucho más cercana a ese femenino que hemos devaluado durante tanto tiempo. Esa manera de hacer las cosas es, me parece a mí, la única que realmente podrá permitir un cambio de rumbo, ese que necesitamos para seguir existiendo como especie sobre este planeta. Sin ánimo de sobre-simplificar pero con la intención de sintentizar, lo voy a poner en tres puntos.
La sensibilidad
Para mí, esta es una de las cualidades más bonitas que puede tener cualquier persona, pero nos hemos acostumbrado a verla como algo casi exclusivamente femenino (y por lo tanto, como un defecto… porque en esta sociedad ser “nena” es lo peor).
Para ser sensibles nos tenemos que bajar de ese pedestal imaginario, y tenemos que percibir la realidad con todos los sentidos bien atentos… para dejarnos conmover por ella. Las personas más sensibles nos conectamos más fácilmente con la naturaleza, y por lo tanto con el interés de protegerla. También se nos rompe el corazón más fácil, claro, pero precisamente por estar abiertas a esa vulnerabilidad —y por entenderla de primera mano— es que estamos también abiertas a construir el cambio que se requiere para que haya menos injusticias y menos dolor en este mundo.
El cuidado del hogar (y de los demás)
Cuando pienso en esto, siempre se me viene a la cabeza la imagen de una abuela con un delantal de flores poniendo bonita la casa, o la imagen de una mamá acariciando la cabeza de su hija y poniéndole una curita en la rodilla. La mayoría de nosotras/os crecimos en hogares en los que las tareas de cuidado eran exclusivamente femeninas… los hombres proveían, las mujeres protegían. Y yo creo que es por eso que a las mujeres se nos da más fácil esto de preocuparnos por el hogar más grande (el planeta), y por el bienestar de la familia (los seres que lo habitan).
Lejos de ser una tarea denigrante —como muchas personas todavía la perciben—, el cuidado del hogar es una muestra pura de inteligencia y de sensatez: si no cuidamos la casa, se nos cae encima. Por eso creo que no es ninguna coincidencia el hecho de que la mayoría de las personas que participan en movimientos de justicia ambiental y social sean mujeres; hemos sido capaces de entender que el cuidado del hogar va más allá de nuestras cuatro paredes, y que el cuidado de los otros va más allá de nuestra propia familia.
La colaboración
Mientras que la narrativa tradicionalmente masculina se ha enfocado en la competencia, en ganar terreno y vencer a los demás, la historia femenina está llena de muestras de colaboración en todos los tamaños y colores. Puesto que la idea del poder (el que se obtiene a través de la competencia) se nos ha mostrado casi siempre como algo exclusivamente masculino, las mujeres nos hemos acostumbrado a “volar más bajo”, sumando esfuerzos con otras personas que tenemos al lado, sin estar buscando desesperadamente la victoria y construyendo otro tipo de poder: uno que no viene de la opresión, sino del empoderamiento propio y de los demás.
El hecho de que históricamente no hemos tenido acceso a los cargos de poder competitivo, nos ha hecho sentirnos más cómodas (a veces sin darnos cuenta) con el poder colaborativo.
Y aquí vale la pena resaltar algo: mucha gente piensa que solo los más fuertes sobreviven, que la vida es competencia y que ese es un principio de la evolución… y Darwin se revuelca en su tumba cada vez que alguien dice semejante babosada. La verdad es que la evolución no llega por fuerza, sino por adaptación y colaboración (y sí, lo ha dicho el mismísimo Darwin, si no me creen hagan la tarea de buscarlo); y en ese campo las mujeres ya tenemos bastante ventaja.
Dicho esto, y por si acaso algo se presta para malas interpretaciones, vale la pena una aclaración: no estoy diciendo que los hombres están acabando con el mundo… somos todas/os, colectivamente, quienes estamos haciendo eso. Lo que sí estoy diciendo es que creo que buena parte del problema viene de el exceso de importancia que le hemos dado a los valores tradicionalmente masculinos, y a la constante, aplastante, agotadora subvaloración que hacemos de las cosas y las actitudes que hemos percibido, históricamente, como exclusivas de las mujeres.
* * *
El panorama está cambiando, eso hay que reconocerlo. El diccionario Merriam Webster eligió la palabra “feminismo” como la más representativa de 2017, por toda atención que generó durante el año pasado, y creo que eso es una buena señal.
Por un lado, es una buena señal porque muestra que más gente está interesándose en el tema y entendiendo un poco mejor el significado de la palabra. Por otro lado, es una muy buena noticia para quienes sabemos que todavía hace falta mucho trabajo para que las mujeres tengamos realmente las mismas oportunidades que los hombres, porque la selección de esa palabra significa que el feminismo está recibiendo más atención, tomando más espacio en los medios y generando más conversación, que (esperamos) nos lleve a seguir construyendo el cambio que necesitamos.
Y por otro lado, creo que es una maravillosa noticia para el planeta… porque estoy convencida de que una “reconciliación” de la humanidad con los valores tradicionalmente considerados femeninos es lo único que nos podrá sacar de este hoyo de caos y destrucción ambiental y social en el que estamos metidos hasta el cuello.
Estoy convencida de que el futuro del planeta —para que haya algún futuro— depende de que todas/os, hombres, mujeres y humanos en general, aprendamos a ser mucho, muchísimo más femeninos ♡
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5 Comments
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Que bonito todo esto!!! Que manera de escribir y transmitir la idea; no puedo estar mas de acuerdo, de verdad espero que este post le llegue a mucha gente y lo interpreten de la forma correcta, es que no hay forma de malinterpretarlo! El cambio se esta realizando, poco a poco, pero lo estamos logrando, o eso es lo que he venido viendo!! Mariana soy tu fan ;*
¡Nosotras también somos fans de ella! Gracias por dejar tu comentario, nos encanta leerte, Lolita.
Qué placer de lectura para este lunes. Gracias Mariana y Lolas Magazine. Nunca sobra un poco de esperanza en que tendremos futuro 🙂
¡Gracias por leernos! Así es, hay esperanza de cambio y nosotras somos parte de ella <3
Impecablemente escrito. Toda una revolución sentida hasta los tuétanos en cada palabra.e pondré la misión de llevar tu mensaje a quiera que vaya. Espero poder invitarte pronto a espacios de sensibilización y educación y ayudarte a crecer en tu propósito.