ILUSTRACIÓN POR SARAH OCHOA @SARACONACHE

Escrito por Lola Sinache.

Tinder es un ‘cataloguito’ tipo app para conseguir ‘machuque’ y, por qué no, un pasatiempo para deleitarse con la belleza de algunos bizcochos. Ahora, la vaina es complicada pero hasta fácil de entender: el misterio de la conquista se nos ha salido de las manos y hemos dejado de ser creativos, reduciendo todo al roce del dedo índice en busca de que el ‘match’ haga la parejita perfecta.

“Y… ¿qué te vas del país? Bueno, apenas llegués al exterior tenés que abrir Tinder.”. Eso me decían mis amigas antes del viaje y claro, dicho y hecho, seguí sus consejos. Apenas me instalé y como buena exploradora, fue inevitable comenzar mi  búsqueda personal de bombones en tan apetecida aplicación. ¡Era como una droga! No paré por dos semanas de chismosear, morbosear y stalkear cuanto bombón internacional había.

Más me demoré en aprenderme la dirección de mi nueva casa que en recibir invitaciones y propuestas indecentes (que aún no entendía lo que significaban en mi idioma). Pero como pasa todo en la vida, un día sin buscarlo, un guapo casi sacado de película (no estoy exagerando) me escribió invitándome a salir, y como vi que teníamos amigos en común, entonces me animé a conocerlo. Pero… ¿y si pasaba algo malo? Como soy dramática de nacimiento, mi especialización en dirigir películas me hacía pensar que un par escenas sacadas de ‘Búsqueda Implacable’ me podrían suceder a mi,  lo cual me frenaba a  darme la oportunidad con algún ‘Tinderiano’.

Al fin me decidí. Salimos, nos conocimos y yo estaba encantada… y también confiada, lo reconozco. Por fin había aparecido un buen bombón a quién montarle pierna y con quien arruncharme para matar ese invierno. Esta película ya empezaba a pintar mejor que Sex and the City. Y… (no nos mintamos, desde que dije que estaba confiada ya tenía el ‘pero’ en la lengua), llegamos al sexo, el tema que para mí asegura el 69% del éxito de una relación. Ahí fue donde me di cuenta que el acto del ‘amor’ no era tan hermoso como se sentía. La pasábamos muy bien hasta que me di cuenta que nunca me tocaba (no digo que el sexo era malo, porque rico sí era) pero al momento de pensar en el otro, de cariñitos donde nos gusta… Nada de nada.

Como yo no me trago las cosas decidí hablar con él. Fui bastante serena, a lo que me expresé sin pensarlo dos veces: “yo pienso que el sexo es de dos, o sea, para que ambos disfrutemos”, a lo que él respondió: “no mujer, para mí no. Puede que alguna vez te haga disfrutar, pero eso no siempre pasa, así que no te ilusiones”. Luego de eso, ni el baldado de agua fría que me acababan de echar me apagaba el sentimiento de ira que tenía.

Conclusiones sobran en una historia como esta. Queridas, el sexo no es lo que tus ‘ex’ te enseñaron que era. Tal vez las reglas del cuerpo cambian cuando no estás en tu territorio, pero de lo que sí estoy segura es que la cultura también se muestra en la cama.

Perdón mis Lolas, pero cero afán de ahora en adelante; esta puede ser la manera más fácil de encontrar bizcocho, pero… ¿realmente vale la pena una sacudida de momento, de una noche? A mí me pasó y como buena samaritana y por pura solidaridad de género les digo que volvamos a lo de antes. ¡Nadie dijo que es pecado conquistar bizcochos a la antigua!

Por eso les aclaro, Tinder es una aplicación para concretar citas a nivel mundial, con una connotación más sexual que sentimental, o por lo menos esa fue mi experiencia. El punto es que, dentro o fuera de esta famosa red, hay un mar de bizcochos con los que nos podemos cruzar de diferentes maneras, bien sea para una aventura o para una buena conversación. Pero si realmente quieres conocer a una persona que te dé más que una buena noche, simplemente conócela y tómate el tiempo de tener una buena conversación con él, haz que las cosas pasen paso a paso, sin afanes y sin ilusiones; porque así les echemos la culpa millones de veces a los hombres, realmente nosotras somos las que controlamos cómo y cuándo suceden las cosas en una relación.

> Escrito por Lola Sinache.