
ILUSTRACIÓN POR CRISTINA FONTÁN @CRISTIFONTAN

PORQUE LA BELLEZA ESTÁ EN LA PARADOJA, EN LA SORPRESA Y EL DESATINO.
Benditas aquellas mujeres que nacieron con el choco lizz, el sellado térmico o la keratina genéticamente programada. Ellas, que no tienen que pasar muchos minutos frente al espejo mientras averiguan qué hacerse en el pelo porque ya lo tienen todo listo, encabezaron mi lista de envidia cuando tenía que pagar en la peluquería para plancharme mi leonera para cada ocasión especial. Créanme, de pequeña protestaba el hecho de que el frizz reinara en mi cabeza y las ondulaciones le brindaran más volumen a mi pequeño rostro.
Pero bendita sea yo, que no he sucumbido a ninguno de los tratamientos químicos de los que mis amigas se hacen sagradamente cada 6 u 8 meses para ocultar el despeluque innato. Esas convenciones sociales de poseer y exhibir un cabello Sedal o Pantene -liso perfecto, brillante, sedoso, con ondulaciones de plancha- no lograron alisar mi desobediencia de arriba.
Después de tanto tiempo y lucha entre mi pelo y yo, visualicé las ventajas que la naturaleza y la genética me regalaron.
- Liso, ondulado, despelucado, arreglado, trenzado, agarrado o suelto… cualquier día puedo cambiar como un camaleón la forma en que llevo mi pelo. Es más, lo puedo conectar con la forma cómo me quiero mostrar.
- Ningún peinado se me va a chorrear como a mis amigas las peli juagadas.
- En la playa adquiero naturalmente el estilo caribeño por el que las peli lisas se encierran minutos en el baño para hacer unos soplos de crespos que se les caen en segundos.
- Me ahorro plata -y mucha por cierto- porque no requiere de mantenimiento.
- No dependo de la plancha y el secador para salir de mi casa.
- Los peinados que pretenden verse despeinados salen sin mucho esfuerzo.
Y así como me siento orgullosa de lucir mis Lolas, llevo mi pelo despelucado y desobediente, con una leonera de sabor y personalidad que nunca se preocupa cada tanto que llega un ventarrón.
La plancha ya no es más el santo grial al que debo brindarle devoción, sino una herramienta más que pone en orden, a ratos y cuando yo quiera, el manojo de frizz con el que cargo. Las citas en la peluquería se redujeron a los cortes de puntas o a darle un nuevo estilo que haga más manejable el hecho de portar tanta libertad rebelde que habita en mi cabeza.
Y si quieren que me ponga feminista, el pelo liso y largo no es más que una invención varonil para tener de donde agarrar y tener más poder en la cama. Si su pelo, como el mío, es rebelde pues actúe como él y declare el acto más irreverente que puede hacer una mujer: portar su pelo como le dé la reverenda gana.
> Escrito por Lola Mulata



ILUSTRACIÓN POR CRISTINA FONTÁN @CRISTIFONTAN



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